Con ese dinero, paga mensualmente a los miembros de milicia, a su “círculo próximo” (asesores y asociados más íntimos) y a los notables del clan, y compra armas.
Una mano larga y fina y fría como cortapapel de marfil estrechó el favorito en la diestra afiebrada, en tanto el sacerdote leía los latines sacramentales.