Hoy, la base del tiempo científico es un conteo continuo de segundos basado en relojes atómicos alrededor del mundo, conocido como Tiempo Atómico Internacional.
Se creó debido al temor que supuso el uso indebido de los avances en tecnología atómica por parte de los gobiernos y después de los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki.
Todos los objetos están formados por átomos y moléculas y, aunque los veas ahí muy quietecitos, en realidad sus moléculas están en constante movimiento, empujándose unas a otras como niños revoltosos.
Este desarrollo y supervivencia podría haberse frenado por temas no solo relativos a las armas atómicas, sino a otras armas de destrucción masiva, el avance de las tecnologías o problemas ambientales.
Los átomos de uranio se parecen lo suficiente a los de circonio como para, en ocasiones, colarse y ocupar el sitio del circonio en la estructura cristalina del mineral cuando aún se está formando.
El estudio publicado en Nature Metabolism y en el que han participado científicos del Organismo Internacional de la Energía Atómica ha examinado los cambios en el gasto energético total y sus componentes.
El 6 y 9 de agosto de 1945, las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron testigos de cómo dos bombas de 16 y 21 kilotones cambiaban la historia del mundo para siempre.
La noticia está en que el reloj del juicio final del boletín de científicos atómicos se fijó en 90 segundos como el tiempo que falta para la medianoche o el colapso de la humanidad.
Así que a pesar de todos los intentos de la Tierra de ocultarnos su edad, la datación de uranio-plomo de pequeños pedazos de circonita nos dice que nuestro planeta se formó como mínimo hace 4400 millones de años.