Cierto es que los dos muchachos no se habían acordado particularmente de llevar escopetas ni anzuelos; pero de todos modos el bosque estaba allí, con su libertad como fuente de dicha, y sus peligros como encanto.
Nuestra implicación con otra gente fue aumentando y empezó el interés definido por ir a este sitio o a aquél; ya no vagabundeábamos sin prisas por las calles, no nos dejábamos llevar por la inercia como hacíamos los primeros días.