Quienes colaboraban con los "presuntos maoístas", así fuera sólo por temor, a veces fueron ejecutados por las fuerzas de seguridad delante de sus vecinos para escarmentarlos y luego se notificó que habían perecido en "incidentes".
Cuando la petición fue aprobada por todos, Atenea fue a buscar a Telémaco, el hijo de Odiseo, pero antes tomó forma humana y se hizo pasar por su mentor.
Los ingenieros, en vez de construir letrinas, llevaban a los campamentos, por Navidad, un excusado portátil para cada cincuenta personas, y hacían demostraciones públicas de cómo utilizarlos para que duraran más.
Sus nuevas obligaciones, la importancia de ellas, la posibilidad de procesar y encarcelar a quien quisiera, la publicidad que se daba a sus discursos y el éxito que alcanzó en todo ello le hicieron aún más agradable el cargo.