Una lluvia torrencial caía sesgada formando arroyos que producían espuma y se iban arrastrando a través del negro cieno hasta las vías del ferrocarril.
Un pacto entre los pobladores del pantano y el demonio, que exigía un sacrificio humano cada cierto tiempo a cambio de riquezas y fertilidad en el lodo del pantano.
Lo llevaba siempre por los peores caminos para hacerle mal. Si había piedras por ellas; si había barro por lo más alto. Y él, con el bastón, me golpeaba en la cabeza.