El prelado que recibiría el informe era confesor de la emperatriz; nadie ignoraba que ese ministerio exigente le vedaba las íntimas delicias de la teología especulativa.
Tenía escaños de tablones macizos, un solo altar con un solo santo y un púlpito de madera donde el párroco predicaba los domingos en lenguas africanas.
Concertáronse que por entonces subiese el cura, y a trechos se fuesen los tres mudando, hasta que llegasen a la venta, que estaría hasta dos leguas de allí.
El padre Cayetano Delaura fue invitado por el obispo a esperar el eclipse bajo la pérgola de campánulas amarillas, el único lugar de la casa que dominaba el cielo del mar.
Encargó don Quijote al Bachiller la tuviese secreta, especialmente al Cura y a maese Nicolás, y a su Sobrina y al Ama, porque no estorbasen su honrada y valerosa determinación.