Con circunspección recogió las ropas de Ana, colocándolas cuidadosamente sobre una silla amarilla, y luego, cogiendo la vela, se volvió hacia el lecho.
Se dio otra vez la vuelta hacia pared que formaban las montañas, junto a las que le había sorprendido el día. Entonces, con gran circunspección, empezó a trepar.