Con frecuencia se elegía a los jefes locales sobre la base de su lealtad política al régimen y no sobre la base de la posición que ocupaban en la comunidad.
En otras palabras, quienes sobreviven a los ataques contra aldeas no eran asesinadas de inmediato con el objeto de erradicar al grupo, sino que son obligados a abandonar sus hogares y vivir juntos en lugares que elegía el Gobierno.
O, con gran tino, elegía telas poco costosas y hechuras que requirieran una más simple elaboración: conseguía así adelgazar hasta el extremo el montante de las facturas sin mermar en demasía su elegancia.
El día en que tomó posesión del cargo, después de la copa de champaña, el viejo león en retiro pidió excusas por hablar sin levantarse del mecedor, e improvisó un breve discurso que más bien pareció una elegía.