De lo contrario podría emplearse para eludir declaraciones que contienen obligaciones unilaterales calificándolas de resultantes de “comportamiento unilateral” y no de actos unilaterales.
Durante la primera ola, la SIED india estuvo impulsada principalmente por el deseo de eludir el entorno empresarial restrictivo que existía en el país.
Tokelau no elude su obligación de hacer todo lo posible con sus propios recursos, pero el país no puede alcanzar todos sus objetivos sólo con sus medios.
El CICR teme que, por su ambigüedad, ofrezca a las partes en un conflicto una escapatoria para eludir o reducir al mínimo la obligación relativa a la detectabilidad.
El Gobierno no está eludiendo la necesaria reforma de la policía y del sistema judicial, y tiene la intención de hacer todo lo posible para llevarla a cabo.
Tratar de eludir el consenso sólo pondrá en peligro el éxito de nuestra importante labor y podría obstaculizar el logro de la importante tarea que se nos ha confiado.
Los miembros discrepantes también mencionaron la injusta ventaja que este criterio concedía a las personas que eludían el cumplimiento de las normas de inmigración frente a las que las cumplían.
Esta segunda condición excluiría la responsabilidad con respecto al acontecimiento de una organización que utilizara su papel de vincular a los Estados miembros para eludir una de sus obligaciones internacionales.
Por otra parte, la Armada transfirió la jurisdicción sobre ese territorio al Servicio de Pesca y Vida Silvestres de los Estados Unidos para eludir su responsabilidad en materia de limpieza ambiental.
La abuela reconoció entonces la forma y la dicción peninsulares del misionero, y eludió el encuentro frontal para no descalabrarse contra su intransigencia. Volvió a ser ella misma.
Los numerosos cuadros deben, por una parte, imbuirse de un enérgico sentido de la dedicación y de un espíritu emprendedor que no rehúyan las dificultades ni eludan las responsabilidades.
Pero no pudo eludir una rápida ráfaga de espanto al recordar el horror de Santiago Nasar cuando ella arrancó de cuajo las entrañas de un conejo y les tiró a los perros el tripajo humeante.
Sin embargo, por mucho que lo intentara, no lograba eludir la presencia del marido muerto: por donde quiera que iba, por donde quiera que pasaba, en cualquier cosa que hacía tropezaba con algo suyo que se lo recordaba.
Cuando ella terminó con la marmita, y él con la jarra de café, ya ambos habían intentado e interrumpido varios temas, no tanto porque de veras les interesaran, como por eludir los otros que ni él ni ella se atrevían a tocar.