Y la princesa quiso hilar también, pero nada más tocar la máquina, se pinchó el dedo con ella y la maldición del hada vengativa se cumplió al instante.
No me quedaba más lienzo que algunos harapos; tenía pelos de cabra pero no sabía cómo hilarlos o tejerlos y, aunque lo hubiese sabido, no tenía instrumentos para hacerlo.
Creo que, hilándolo un poco con lo que has dicho antes de la generación actual, yo también veo como mucho orientado al resultado cuando realmente muchas veces el retorno está en el propio hecho de hacerlo.