Pero el oficial siguió examinando la habitación con la linterna, y no dio ninguna señal de interés mientras no descubrió las setenta y dos bacinillas apelotonadas en los armarios.
Un día fué escogido por el anillo de un linterna verde fallecido que le otorgó el poder de crear cualquier objeto que pueda imaginar y usarlo en su beneficio.
Después se ponía otra vez la linterna de buzo en la frente y nos llevaba a cazar las ratas de monte, grandes como conejos, que acechaban los residuos de las cocinas.
Después se sintió iluminado por infinidad de linternas y tuvo que cerrar los ojos para no quedarse ciego; en cuanto la luz perdió intensidad pudo distinguir un corro de rostros que lo observaban.
¡Muy bien! -replicó el doctor. Enjaezó en el acto su caballo, se calzó sus grandes botas, y, cogiendo su linterna, bajó la escalera. Se dirigió a casa del molinero, llevando al pequeño Hans a pie, detrás de él.