Eréndira, que no había podido parpadear, se quitó entonces las pestañas postizas y se hizo a un lado en la estera para dejarle espacio al novio casual.
La camisa de cuello postizo, los puños con gemelos dorados y el pantalón limpio y planchado, solo que todavía con el cinturón por fuera de las presillas.
Le pintó la cara con un estilo de belleza sepulcral que había estado de moda en su juventud, y la remató con unas pestañas postizas y un lazo de organza que parecía una mariposa en la cabeza.