Hace 60 años, de las tinieblas de dos guerras catastróficas, las naciones del mundo crearon esta institución con la esperanza de que preservaría la paz y evitaría más conflictos.
Entre las tinieblas y la desesperación de esos años de la guerra, muchos de nuestros padres y abuelos se vieron envueltos en las llamas del odio y se perdieron para siempre.
Hay cosas que sólo pueden verse entre tinieblas —insinuó mi padre blandiendo una sonrisa enigmática que probablemente había tomado prestada de algún tomo de Alejandro Dumas.