Un gran arco triunfal fue levantado al inicio de la calle de San Francisco, donde las autoridades del ayuntamiento le entregaron las llaves de la ciudad a Iturbide.
Pero repentinamente, ante sus asustados ojos dilatados apareció la figura de Gilbert Blythe, con una sonrisa en el rostro que a Ana le pareció triunfal e insultante.
Lo único que iban a hacer era celebrar un banquete triunfal con aquellos tres cuerpos humanos (un festín bárbaro, sin duda), que no tenía nada de particular respecto a los que solían hacer.