Pero aquella noche se sintió tan humillado, que se tomó el brandy de un golpe, haciendo todo lo que pudo para que se le notara el rencor, y se fue sin despedirse.
Habíanse despedido antes que el salto hiciesen de los que hasta allí los habían sustentado, y otro día vendieron las camisas en el malbaratillo que se hace fuera de la puerta del Arenal, y dellas hicieron veinte reales.