Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares.
Este decreto, respaldado por las excepciones culturales contempladas en el Tratado de Maastricht, aseguró la continuidad de la ñ en los teclados de los computadores, consolidando así su lugar en nuestro patrimonio lingüístico.