A partir del documento aprobado ayer, construyamos juntos unas nuevas Naciones Unidas fuertes y un mundo mejor en armonía, paz, desarrollo y prosperidad.
No lograremos el desarrollo armónico y duradero de las relaciones internacionales mientras el continente africano siga siendo un caldo de cultivo de la inestabilidad.
Hoy, ese factor tan importante ha seguido contribuyendo en gran medida a mantener y consolidar la armonía interétnica y la estabilidad de nuestra sociedad.
La Carta de las Naciones Unidas garantiza la igualdad entre las naciones y proporciona una base por la que pueden convivir en relación de buena vecindad.
Al igual que Israel tiene el derecho incuestionable de vivir en paz dentro de fronteras seguras, el Estado palestino también tiene un derecho incuestionable a existir.
Este fútil intento de desviar la atención del verdadero problema, que es la invasión y ocupación de Chipre por Turquía, está envenenando todos los esfuerzos de acercamiento.
Por lo tanto, esta Asamblea, plasmación de la conciencia universal, pero también de la voluntad de paz y de concordia entre las naciones, debe difundir un mensaje claro.
De la misma manera, cobra relevancia la puesta en marcha de la Comisión de Consolidación de la Paz como instrumento para hacer posible la armonía y la cooperación internacionales.
Finalmente, quisiera señalar que Chile compromete toda su voluntad política para avanzar en esas tareas, para gestar un mundo donde lo multilateral sea el marco de la convivencia internacional.
El Gobierno de Israel sigue considerando aceptable la solución de dos Estados que convivan en paz y seguridad, lo que constituye la clave para resolver el problema del Oriente Medio.
Es necesario que los Estados cooperen en el campo del medio ambiente en relación con la conservación y la utilización armoniosa de los recursos naturales compartidos por dos o más Estados.
Es imprescindible respetar las tradiciones históricas de los Estados plurinacionales, promover la coexistencia pacífica y el desarrollo común de los diferentes pueblos, y esforzarse por defender la unidad de los Estados.
La armonía entre los pueblos, la armonía entre la humanidad y la naturaleza, así como la convivencia pacífica entre los Estados deberían estar regidas y salvaguardadas por el Estado de derecho.
Una convivencia, en fin, que exige el respeto a nuestra Constitución; que no es una realidad inerte, sino una realidad viva que ampara, protege y tutela nuestros derechos y libertades.
Quiero hablaros de nuestra convivencia, de los principios en los que se inspira, pensando en el presente y también en el futuro, en nuestras generaciones más jóvenes, a las que hoy me voy a dirigir especialmente.