Sin embargo, se encontraban a gran distancia y no sabía qué hacer, pues de ser sorprendido por una ráfaga de viento, no podría llegar ni a una ni a otra parte.
Como el mar estaba en calma, recorrimos, bordeando la costa, una gran distancia para llegar a la punta y, cuando nos disponíamos a doblarla, a un par de leguas de la costa, divisé tierra al otro lado.