Yo quería volver a mi casa, quería ser obediente y seguir estudiando; pero él me dijo: ¿Por qué quieres fastidiarte pensando en estudiar y en ir a la escuela?
Detuvo su perorata tal vez esperando una réplica, pero no la obtuvo. O, al menos, no la encontró con palabras-. No sé por qué me miras con esa cara, chata -añadió entonces.