Se debe reiterar que la paz no puede lograrse a través del poderío militar y que ésta nunca florecerá bajo la mentalidad de la disuasión y de la superioridad militar.
Ello exige un cambio radical de mentalidad, o sea pasar de la “protección del territorio” burocrático al trabajo en equipo, y de una rígida departamentalización a una programación interdepartamental (conjunta).
Sin embargo, hay cierta mentalidad arrogante que pretende imponer su propia cultura tratando de marginar a otras culturas y que, a su vez, ha provocado un movimiento de rechazo de ese enfoque.
La cultura de paz consiste fundamentalmente en cultivar el potencial creativo de los hombres y mujeres para desarrollar sus habilidades, su forma de pensar, sus valores y sus actitudes para que convivan armónicamente.
Además, un número mayor de mujeres en la toma de decisión proporciona nuevas perspectivas que benefician al progreso general de las mujeres y promueve cambios en las mentalidades que son cruciales para el futuro.
Destacó asimismo la necesidad de asistencia técnica para tal fin así como la utilidad del programa EMPRETEC de la UNCTAD para fomentar la motivación, que era fundamental para promover el éxito de los empresarios.
A fin de superar esa dificultad se emprendieron intervenciones en materia de creación de capacidad dirigidas a cambiar este modo de pensar y permitir que la mujer participara en el proceso de adopción de decisiones.