Se negaba a comer y a beber nada de lo que le ofrecieran por miedo a ser envenenada, y se alimentaba de agua de las fuentes y frutos que ella misma recogía.
Reventó con la punta del cuchillo los cuatro huevos fritos, y los rebañó en el plato con patacones de plátano verde que se metía enteros en la boca y masticaba con un deleite salvaje.