Todavía podían leerse las letras grabadas sobre los cristales empañados de mugre, y un cartel en forma de bombín seguía ondeando en la fachada, prometiendo diseños a medida y las últimas novedades de París.
Las ideas para los trajes de día las extrajo del Harper's Bazaar americano: dos modelos de la casa Harry Angelo, un nombre que yo no había oído mencionar jamás aunque me cuidé mucho de declararlo abiertamente.