Las autoridades locales, después del armisticio de Neerlandia, eran alcaldes sin iniciativa, jueces decorativos, escogidos entre los pacíficos y cansados conservadores de Macondo.
Esperaba que le ofrecieran el cargo de presidente de tribunal en una ciudad universitaria, pero Hoppe de algún modo se le había adelantado y había obtenido el puesto.
Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
Aunque no era ocasión de risas ni de burlas, porque los inquisidores estaban muy afligidos, todavía se rieron y se burlaron algo de la vanidosa y ridícula pretensión del lego.
Esto fue motivo de tanta reflexión como la que un hombre de estado le habría dedicado a un asunto político muy importante o un juez a deliberar una sentencia de muerte.