Al día siguiente se reprodujo la escena; y como esta vez el corso se reanudaba de noche con batalla de flores, Nébel agotó en un cuarto de hora cuatro inmensas canastas.
Con el estómago lleno y satisfecho, Ricitos de Oro buscó algún lugar para sentarse. Ella vio tres sillas junto a la chimenea. Primero, ella se sentó en la silla de Papá Oso.