Una monja de servicio llevó una garrafa con frutas picadas en un vinazo de dos orejas, y un platón de aguas humeantes que impregnaron el aire de un olor medicinal.
Apenas los muñecos oyeron que Arlequín estaba perdonado, corrieron al escenario, encendieron todas las luces, como en las noches de gala, y empezaron a saltar y a bailar.
En Madrid, para la celebración de este día, se realiza un imponente desfile militar en el que participan todas las unidades del ejército: aviones, tanques y otros cuerpos.
Y así siguieron hasta la gran fiesta de la primavera, la mejor del año, que resultó un grandísimo fracaso: sólo aparecieron el búho y unos pocos animales más.