Entonces la próxima vez que te sientes a disfrutar de un tazón de fideos instantáneos, recuerda el increíble viaje que han recorrido desde el molino de harina hasta tu taza.
¡Muy bien! -replicó el doctor. Enjaezó en el acto su caballo, se calzó sus grandes botas, y, cogiendo su linterna, bajó la escalera. Se dirigió a casa del molinero, llevando al pequeño Hans a pie, detrás de él.
Pero por un motivo u otro no tuvo tiempo de echar un vistazo a sus flores; llegaba su amigo el molinero y le mandaba muy lejos a recados o le pedía que fuese a ayudar en el molino.