Lejos, al sudoeste, sobre las siluetas de los abetos, brillaba la titilante luz perlada de una estrella vespertina en su cielo dorado pálido y rosa etéreo.
Me topé con un chaval vendedor de periódicos, y me endilgó unas proféticas hojas rosa que le sacaban a las noticias una ventaja de dos vueltas de la aguja larga del reloj.