El segundo desvallador abrió los ojos de inmediato, dejó el arma sobre la cama y se puso de pie con una rapidez impropia del estado letárgico en que parecía sumido hasta hacía unos instantes.
Encendió la lámpara que tenía a su lado y se levantó de la cama; cruzó el dormitorio, abrió el armario ropero y se miró en el espejo que había en el lado interno de la puerta.
Con esto, acortando razones, subieron a caballo, y don Quijote volvió las riendas a Rocinante para tomar lo que convenía del campo, para volver a encontrar a su contrario, y lo mesmo hizo el de los Espejos.