Abdalmálik, después de ponderarla debidamente, motejó de anticuados a los poetas que en Damasco o en Córdoba se aferraban a imágenes pastoriles y a un vocabulario beduino.
Rióse don Quijote de las rústicas alabanzas de Sancho Panza; parecióle que fuera de su señora Dulcinea del Toboso no había visto mujer más hermosa jamás.
Del linaje plebeyo no tengo que decir sino que sirve sólo de acrecentar el número de los que viven, sin que merezcan otra fama ni otro elogio sus grandezas.