Se infligió tortura mental extrema a muchas madres que vieron quemarse vivos a sus hijos, que habían sido arrancados de sus brazos y lanzados al fuego por los Janjaweed.
La monja peluquera acabó de tundirle los cabos del tamaño de media pulgada, como lo usaban las clarisas debajo del velo, y fue echándolos al fuego a medida que los cortaba.
Luz da el fuego, y claridad las hogueras, como lo vemos en las que nos cercan, y bien podría ser que nos abrasasen; pero la música siempre es indicio de regocijos y de fiestas.
Con el sacrificio del último dios, el dios Quetzalcoatl reavivó las brasas de la hoguera con su aliento y finalmente el Sol comenzó a desplazarse por el cielo, lo que marcó así el inicio de la quinta era.