El viento del Caribe se metió por las ventanas con la bullaranga de los pájaros, y Fermina Daza sintió en la sangre los latidos desordenados de su libre albedrío.
Una pulsación no percibida por el oído humano se transmite al dedo, y el receptor absorbe la intensidad de pulsación que regresa para así crear la imagen de la huella, y por fin ejecutar el control.