Las zonas comunes de acceso eran elegantes y bien distribuidas; la escalera, sin se demasiado ancha, tenía una hermosa barandilla de forja que giraba con gracia al ascender los tramos.
Una tarde estaban sobre un puente que cruzaba una comente turbulenta, y Cordelia, pensando que se hallaban solas, empujó a Geraldine por encima de la barandilla con una burlona carcajada.