Al acercarse la hora de la cena ya estaba embriagada y, después de otra botella de vino con la comida, se encontraba lo bastante ebria como para dormirse.
Decidió volver a la cama, pero antes de conseguir dormirse lo sobresaltó una idea: si ella estaba en la calle en medio de aquella tempestad, iba a morirse de frío.
Dormido o no, pero en cuanto se descuida, la policía lo cerca y tras una dura pelea, cuando ya parece vencido, un soldado –el sargento Cruz– se pone de su parte y ambos consiguen huir y quedar libres.