Hace dos días, y hasta podría haber sido hoy mismo, un niño famélico se encontraba sentado en el piso polvoriento en una pequeña aldea del Níger, esperando que llegara ayuda.
A partir de entonces, ambos dedicaron sus esfuerzos a los negocios más diversos, todos con una estrella más bien famélica cuyos parcos réditos había invertido él convenientemente en jarana, burdeles y copazos de Fundador.