Las lumbres del ocaso prenden las últimas rosas, y el jardín, alzando como una llama de fragancia hacia el incendio del Poniente, huele todo a rosas quemadas.
Al llegar a casa, sobre las seis, Langdon se había entregado a su ritual matutino de moler a mano granos de café de Sumatra y saborear la exótica fragancia que inundaba la cocina.
El aire de la amplia mansión estaba cargado con la fragancia de sus tintes para la piel y el humo de las velas de cera de abeja que utilizaba para esterilizar las agujas.
Desde que percibió las primeras brisas del Caribe, cruzadas de tambores nocturnos y fragancias de guayabas maduras, se quitó los atuendos primaverales y andaba despechugado por entre los corrillos de las señoras.
Pero no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre?