A pesar de que cada año llueven en promedio casi 900 milímetros, un número que está lejos de ser bajo, eso no alcanza para alimentar las napas subterráneas.
Los cementerios tradicionales se construyen con materiales como el metal, la piedra y el hormigón, que pueden contaminar el suelo y las aguas subterráneas con sustancias químicas tóxicas.