Alrededor de esas fechas, un profesor en Tucson entrevistó a personas acerca de sus hábitos alimenticios, luego examinó sus contenedores de basura para ver qué desechaban.
Además, el párroco había arrancado de cuajo las vísceras destazadas, pero al final no supo qué hacer con ellas, y les impartió una bendición de rabia y las tiró en el balde de la basura.
El coronel se sobresaltó. No era fiebre., insistió, recobrando su compostura. .Además -dijo-, el día que me sienta mal no me pongo en manos de nadie. Me boto yo mismo en el cajón de la basura..
Este pequeño truco más que para ahorrar vale para tener mayor consciencia de cuánto realmente cuesta algo que queremos comprar, y evitar así hacer compras estúpidas o innecesarias que terminarán en la basura o en el trastero.
O sea quién no ha cogido un puñado de comida de la bandeja con una servilleta, y lo he escondido debajo de la servilleta y debajo de la bandeja y la ha tirado a la basura.