En los peces se convierten en agallas o branquias, con las que respiran, y en los humanos en parte de nuestra mandíbula inferior, parte del oído y cuerdas vocales.
Cuando el aire que entra en la garganta repentinamente choca contra la laringe, las cuerdas vocales se cierran súbditamente y nos sale el característico sonidito acompañado de una respiración interrumpida y violenta.
Todo esto se hace al mismo tiempo: bajamos la punta de la lengua, aplastamos la parte posterior contra el paladar, dejamos salir el aire por la nariz y hacemos vibrar las cuerdas vocales.